Museografía, Una guía completa sobre la realidad práctica del Museo: Preservación y conservación de obras

por | 1 Ago, 2024 | Museos

Preservación y conservación de obras

La conservación preventiva es un aspecto fundamental en la preservación de obras de arte. Hay conceptos básicos que todo restaurador debe reconocer y considerar cuidadosamente:

  1. Es esencial mantener un control estricto de la temperatura, humedad y ventilación en las salas de exposición, almacenes o depósitos donde se resguardan las obras. Aunque esto debería ser prioritario, en muchos casos, los museos suelen prestar mayor atención a las salas de exposición en detrimento de otros departamentos.
  2. El montaje de las piezas debe ser equitativo en términos de soporte, dado que cada material requiere condiciones específicas de temperatura y humedad. Por consiguiente, las salas del museo deben estar segmentadas según estos criterios, evitando la mezcla de materiales diversos en un mismo espacio.
  3. Es crucial analizar las posibles fuentes de corrientes de aire en las salas para evitar la exposición de obras, especialmente pinturas, a la acumulación de polvo y suciedad que podría adherirse a sus superficies.
  4. Mantener los circuitos de acceso despejados para el público es esencial para evitar accidentes que puedan dañar las obras expuestas.
  5. Evitar la exhibición de obras en mal estado, ya que su deterioro podría afectar negativamente a las obras adyacentes.
  6. Idealmente, se debería rotar periódicamente las obras de la exposición con aquellas almacenadas para minimizar el constante deterioro causado por la exposición prolongada a la luz. Sin embargo, esta práctica puede variar dependiendo de la política y criterio de cada museo.

Estudio de la climatización e iluminación

La exposición de una obra de arte enfrenta riesgos considerables debido a dos factores principales: la climatización y la iluminación.

Los agentes de deterioro que afectan a las obras dentro de un entorno museístico se clasifican en distintas categorías:

  • Factores intrínsecos: Estos están asociados al envejecimiento natural de la obra y son inherentes a los materiales utilizados. Por ejemplo, el metal se oxida, la madera se contrae, los tejidos se debilitan, entre otros.
  • Agentes de deterioro extrínsecos: Estos factores son externos a la propia obra y pueden dividirse en varios tipos:
    • Agentes atmosféricos: Incluyen la temperatura, la humedad, el aire y las impurezas presentes en la atmósfera.
    • Agentes de deterioro de origen artificial, como la iluminación inadecuada.
    • Factores humanos: Tales como la manipulación inapropiada, el transporte, embalaje inadecuado, así como el montaje y desmontaje de las obras.

Es crucial comprender y controlar estos agentes de deterioro para salvaguardar la integridad de las obras de arte expuestas, minimizando así su degradación a lo largo del tiempo.

Agentes Atmosféricos

La Humedad

La humedad, junto con la luz, es uno de los agentes de deterioro más potentes para las obras de arte y puede ingresar a un museo por diversas vías:

  • Desde el exterior, como por la lluvia, la evaporación de cuerpos de agua cercanos o jardines regados, entre otros.
  • Desde el interior, proveniente de la limpieza de suelos cercanos, la respiración de los visitantes, la condensación, la capilaridad a lo largo de los muros desde los cimientos, conductos de agua rotos, techos y paredes, entre otros.

Controlar la humedad no solo implica preservar las obras, sino que también permite regular la temperatura. En el ámbito de la conservación preventiva, el control preciso de la humedad es fundamental, considerando los niveles óptimos que diferentes materiales pueden soportar (por ejemplo, la madera necesita cierto nivel de humedad mientras que el metal requiere sequedad).

El restaurador debe comprender cuatro conceptos clave en relación con la humedad:

  1. Saturación: Representa la cantidad máxima de vapor de agua que puede contener un metro cúbico de aire a una temperatura específica. Esta medida se expresa como Humedad Relativa (HR).
  2. Condensación: Ocurre cuando se enfría un metro cúbico de aire saturado, provocando la aparición de gotas de agua en las superficies. Este estado puede ser altamente perjudicial en ambientes museísticos.
  3. Humedad Absoluta: Se refiere a la cantidad real de vapor de agua en el aire, y es crucial para prevenir la condensación.
  4. Humedad Relativa: Es la cantidad máxima de vapor de agua que el aire puede contener sin llegar a la saturación y se calcula utilizando la fórmula HR = HA x 100 / Saturación. Se trabajan con tablas ideales que proporcionan temperaturas óptimas para la conservación de las obras.

Los índices de humedad relativa ideales varían según el clima y el tipo de material de las obras. Por ejemplo:

  • Países con climas continentales: HR ideal entre 55% y 65%.
  • Países húmedos o fríos: HR ideal entre 50% y 55%.

Un nivel de humedad superior al 80% puede promover la proliferación de mohos, siendo perjudicial para las obras.

Además, dependiendo de la naturaleza del material, los niveles de humedad relativa recomendados varían. Por ejemplo:

  • Materiales orgánicos: HR ideal entre 50% y 65%.
  • Materiales inorgánicos: HR ideal inferior a 45%.
  • Materiales de excavaciones, especialmente en arqueología submarina, deben adaptarse gradualmente a su nivel óptimo de humedad para evitar daños.

El control preciso y el mantenimiento de los niveles de humedad son esenciales para garantizar la preservación a largo plazo de las obras de arte en entornos museísticos.

La Temperatura

El control de la temperatura es crucial en la preservación de obras de arte, ya que afecta directamente el nivel de humedad. El ajuste de estos dos factores debe ser cuidadoso:

  • Si la temperatura aumenta, es recomendable incrementar el nivel de vapor de agua para evitar la sequedad y reducir la temperatura. En caso de disminución de la temperatura, se debe considerar que la humedad puede aumentar, por lo que se requiere reducir con deshumidificadores.

Los deshumidificadores son dispositivos que eliminan la humedad, generando calor y son similares a las estufas. Para medir la humedad, se emplean dos tipos de dispositivos:

  • Hidrómetros: Miden el vapor de agua.
  • Hidrógrafos: Ofrecen gráficas con la humedad relativa, permitiendo visualizar la variación de la humedad para su control. Ambos proporcionan una valoración de la humedad relativa y son dispositivos móviles que requieren monitoreo mensual.
  • Psicrómetro; Más complejo y que no necesita un control mensual. Proporciona de manera inmediata la medida de la humedad relativa, pero es voluminoso y no es transportable. Sin embargo, su ventaja radica en su capacidad para controlar tanto los hidrógrafos como los hidrómetros de un museo. Actúa como el centro de control, emitiendo señales ante cambios de niveles e incluso regulando los índices de humedad en caso de peligro para las obras.

Los estándares de temperatura ideales en museos varían según el clima:

  • Países cálidos: 19 a 20ºC.
  • Países calurosos: Hasta 21ºC.
  • Países fríos: 16 a 19ºC.

Por encima de 20ºC, aumentan los riesgos de agentes caloríficos y por debajo de 16ºC pueden aparecer mohos y líquenes. Sin embargo, estos rangos pueden fluctuar debido a varios factores, como la afluencia de público, la iluminación (que eleva la temperatura), la ventilación, puertas y ventanas (que la disminuyen), etc.

La humedad y la temperatura pueden causar dilataciones y contracciones en la madera, así como tensiones y destensiones en los tejidos:

  • La madera tiende a dilatarse con el calor y contraerse con el frío.
  • Los tejidos tienden a tensarse (encogerse) con el frío y dilatarse (destensarse) con el calor.

El control preciso de la temperatura es esencial para preservar la integridad de las obras de arte, dado que las fluctuaciones en la humedad y la temperatura pueden afectar su estabilidad a largo plazo.

El Aire

El aire es un factor esencial que debe ser cuidadosamente controlado en museos, ya que puede actuar como vehículo de gases contaminantes y diversas formas de polución, además de tener la capacidad de afectar tanto la temperatura como la humedad de las salas.

Es crucial que las salas de exposición estén libres de corrientes de aire, especialmente durante las estaciones de otoño y primavera, períodos en los que son más comunes y problemáticas.

Normalmente, cualquier sistema de ventilación debe regularse de manera similar al control de la climatización. Sin embargo, suele ocurrir que el sistema de ventilación se active innecesariamente cuando los dispositivos de climatización no son requeridos debido al clima.

Los dispositivos de ventilación tienen la ventaja de movilizar el aire, evitando su estancamiento y la humedad en el ambiente. Funcionan como sistemas de purificación al absorber el aire contaminado cerca del suelo y expulsar aire limpio a nivel del techo. Este proceso elimina gases y partículas contaminantes que podrían depositarse en la superficie de las obras, siendo esencial para mantener la pureza del aire en los museos.

Los visitantes también pueden introducir agentes contaminantes, como fibras de tejidos o residuos en sus zapatos, contribuyendo al riesgo de contaminación en las salas de exposición.

Para medir la humedad, se utilizan termohigrógrafos que emplean materiales altamente higroscópicos, como pelo de caballo.

Es crucial que todas las máquinas de control en los museos estén correctamente ubicadas y en buen estado de funcionamiento, ya que cualquier mal funcionamiento podría resultar en graves deterioros en las obras expuestas.

El control meticuloso del aire es un aspecto fundamental para garantizar la preservación a largo plazo de las obras de arte en los entornos de los museos.

La Luz

En los museos, se emplean tres tipos de iluminación, adaptándose a las condiciones específicas del edificio, la latitud, el país, entre otros factores. La luz solar, con precauciones, se considera la más ideal debido a su naturaleza cambiante y su capacidad para infundir una sensación de vida, aunque las fuentes artificiales tienden a ser más uniformes en su presentación.

La luz natural y la luz artificial representan los principales agentes de deterioro en cualquier museo debido a sus efectos acumulativos. Es crucial que sean rigurosamente controladas por especialistas del museo, ya que las obras están expuestas a dos tipos de radiación: la proveniente de la luz solar y la generada por las fuentes de luz artificiales. Ambas emiten radiaciones tanto visibles como invisibles:

  • Radiaciones visibles: corresponden a la luz emitida.
  • Radiaciones invisibles: incluyen radiaciones ultravioleta e infrarroja, imperceptibles para el ojo humano pero con efectos perjudiciales para las obras expuestas.
Luz Solar

La luz solar es una fuente esencial de luz y calor en la Tierra. Sin embargo, si no se controla adecuadamente, puede ser el agente de deterioro más perjudicial para las obras de arte. Esta emite tanto radiaciones visibles como invisibles en proporciones significativas.

El sol emite una gran cantidad de luz visible junto con radiaciones infrarrojas y ultravioletas, siendo estas últimas particularmente peligrosas, especialmente las radiaciones ultravioleta.

Desde la perspectiva del montaje, la luz solar se considera muy adecuada, pero desde el punto de vista de la conservación preventiva de las obras, puede resultar altamente perjudicial. Aunque posee la ventaja de proporcionar una iluminación amena y cambiante, brindando una sensación de vida debido a los cambios lumínicos durante el día, mantenerla en un entorno museístico resulta prácticamente inviable.

La entrada directa de luz solar debe evitarse, por lo que comúnmente se emplean estores confeccionados con telas especiales diseñadas para absorber las radiaciones ultravioletas. Sin embargo, estos estores también limitan la entrada de luz visible, lo que plantea un desafío en la iluminación de las salas. La opción de dejar las salas sin luz tampoco es viable.

Históricamente, las salas de los museos solían tener claraboyas por donde se filtraba la luz natural. Con el tiempo, la luz solar fue eliminada gradualmente para ser reemplazada por iluminación artificial. En la actualidad, existe una tendencia a evitar la entrada de luz solar directa en las salas del museo, procurando que la iluminación sea principalmente artificial, incluso durante el día.

Luz Artificial

El impacto de la luz artificial en el deterioro varía según el tipo de fuente lumínica y la proporción de radiaciones visibles e invisibles que emiten. Entre las fuentes, los tubos fluorescentes son especialmente peligrosos debido a su alto contenido de luz ultravioleta y baja presencia de rayos infrarrojos. Por otro lado, las bombillas incandescentes, aunque emiten una cantidad elevada de rayos infrarrojos, poseen una baja emisión de luz ultravioleta, lo que las hace menos perjudiciales que los tubos fluorescentes.

Radiaciones Ultravioletas

La mayoría de las fuentes de luz artificial emiten radiaciones ultravioletas, lo cual debe ser mitigado en entornos museísticos. La opción más efectiva suele ser el uso de filtros, como pantallas sobre los focos de iluminación, o la utilización de lámparas con filtros integrados desde la fábrica. No obstante, estos filtros pueden alterar el color o el matiz de las obras, sin causar daño estructural.

Algunos museos emplean acetato como filtro en obras bidimensionales, como dibujos o grabados, aunque esta práctica no es común. Las lámparas o bombillas con radiaciones filtradas ofrecen una mejor conservación, pero su costo elevado limita su adquisición por parte de todos los museos. Como alternativa, algunos museos optan por reducir la iluminación en las salas.

Existen pinturas capaces de absorber las radiaciones dañinas de la luz artificial, pero su adquisición implica altos costos. Además, es crucial evitar la iluminación constante de las obras, apagando las luces en ciertos momentos para evitar la saturación. Sin embargo, también es importante prevenir que las obras permanezcan demasiado tiempo en la oscuridad, ya que esto puede favorecer el crecimiento de microorganismos dañinos.

Radiaciones Infrarrojas

Para proteger las obras del calor, se recomienda mantener una distancia considerable entre estas y las fuentes de calor. Se puede considerar el uso de bombillas incandescentes específicas, como las lámparas frías de tipo coulbean, que emiten luz visible pero no generan radiaciones infrarrojas ni calor.

La iluminación en una sala debe estar dispersa diagonalmente en lugar de concentrarse en puntos específicos o directamente sobre las obras a corta distancia, evitando así el impacto directo del calor en las piezas expuestas.

Los materiales utilizados en las obras pueden clasificarse en tres niveles según su susceptibilidad al deterioro provocado por la luz:

  1. Materiales inalterables ante la luz: Piedra, metal, marfil, cuero, madera, etc., especialmente aquellos de origen inorgánico que no han sido policromados. Estos materiales, en su estado natural, permanecen inalterados frente a las radiaciones. El nivel de iluminación ideal en un museo es irrelevante para estos materiales, ya que no sufren alteraciones o deterioros.
  2. Materiales con nivel medio de deterioro por la luz: Policromías presentes en soportes como pinturas al óleo, temples, lacas, entre otros. En museos, se recomienda mantener una iluminación ideal de alrededor de 150 lux para estos materiales.
  3. Materiales altamente susceptibles al deterioro por la luz: Fibras textiles y vegetales como tejidos, papel, pergamino, etc. En entornos museísticos, se aconseja mantener una iluminación de aproximadamente 50 lux para preservar estos materiales.

El grado de deterioro causado por la luz depende de varios factores:

  • La disposición de la iluminación en las salas: Se debe evitar acercar excesivamente la luz directa a las obras, independientemente del museo.
  • El tiempo de exposición a la luz, relacionado estrechamente con la distancia entre la obra y la fuente lumínica. Cuanto mayor sea la distancia, menor será la iluminancia.
  • La intensidad de la iluminación, medida en lux mediante un dispositivo llamado luxómetro, similar a un fotómetro. Es esencial controlar y ajustar esta intensidad para preservar las obras en exhibición.

Organización de almacenes y depósitos

La organización de almacenes y depósitos es de suma importancia en el ámbito de la conservación, ya que estos espacios albergan un gran volumen de obras y cumplen funciones no solo de almacenamiento, sino también de investigación.

Es crucial que estos espacios estén adecuadamente acondicionados, al igual que las salas de exposición, aunque lamentablemente, en la mayoría de los casos no se cumple este estándar. Dado que almacenan obras de arte, deberían contar con sistemas de control de temperatura y humedad para preservar adecuadamente estas obras. A pesar de tener ventajas sobre las salas de exposición, dado que al no recibir visitantes, las condiciones ambientales pueden ser más estables, suele olvidarse la importancia que tienen estos espacios privados en la conservación del patrimonio artístico.

Almacenaje de las obras generales

El almacenaje de obras en general presenta un desafío significativo, ya que requiere de un espacio considerable para evitar que las piezas se amontonen unas sobre otras, pero muchos museos se enfrentan a limitaciones de espacio.

Una recomendación para optimizar este espacio es utilizar peines metálicos para colgar obras pictóricas en varios niveles, lo que permite un mejor aprovechamiento del espacio. Además, resultan útiles las estanterías, cajoneras o planeras, ofreciendo un ambiente cómodo para las obras y facilitando su supervisión por parte de conservadores y restauradores.

Es esencial proteger las obras dentro de los depósitos, principalmente del polvo. Por ejemplo, las esculturas policromas deben cubrirse con telas de algodón o fieltro. En el caso de tejidos como tapices o alfombras, pueden enrollarse, mientras que los dibujos deben guardarse en planeras fuera del alcance de radiaciones lumínicas intensas.

Los depósitos deben contar con pasillos amplios para permitir el fácil tránsito de las obras. Además, es importante que tengan acceso al exterior para facilitar el montaje de las piezas en camiones durante traslados.

El transporte de las obras no debe realizarse a mano, a menos que sea estrictamente necesario. Debe ser llevado a cabo por varios especialistas en el caso de piezas de gran tamaño, o utilizando carritos para obras de formato más reducido, siempre asegurando una protección adecuada para las obras.

Almacenaje de obras contemporáneas

El almacenaje de obras contemporáneas conlleva desafíos particulares, siendo uno de los principales el tamaño inmenso que presentan muchas de estas producciones. En muchos casos, los almacenes no cuentan con las dimensiones necesarias para albergar estas obras de gran envergadura.

Además, otro problema inherente a estas obras contemporáneas es la diversidad de materiales en las que están realizadas, lo cual requiere métodos de almacenamiento diferenciados. Esta diversidad de materiales también complica considerablemente los procesos de restauración.

Escrito por Inmaculada Peña

Artista Plástica, Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla.

Pin It on Pinterest