Una aproximación al programa iconográfico de las tablas del Retablo dedicado a San Miguel y a la Pasión de Juan de Leví en Bodegas Tradición
Índice de contenidos
1. Introducción
Toda obra de arte tiene una historia material y un destino, que no sólo depende del talento del artista. También influyen en gran medida el observador, el coleccionista y las circunstancias externas que puedan acontecer, como el estallido de guerras, revoluciones, cambios de ideologías, etc.
Cuando nos encontramos frente a una colección de obras de arte, no sólo estamos viendo el resultado del trabajo de cada uno de los maestros, además, nos enfrentamos a un conjunto global complejo, cuyo futuro depende de los amantes del arte, los expertos, los comisarios de exposiciones, y también el sino de cada pieza.
Todas las obras que forman parte de una colección son fruto de un proceso de selección y clasificación. Y en gran medida, el valor artístico, atractivo histórico, importancia cultural, e incluso la popularidad de una pieza, dependen de esa colección a la que pertenece. Por tanto, el propio coleccionismo de arte influye de forma decisiva en el pensamiento del espectador.
De ahí que cuanto más difícil es entender una obra de arte y más lejana nos parece a la vida cotidiana, mayor es la necesidad de ser protegida y conservada por su coleccionista. Así ocurre sobre todo en el arte que ha sido olvidado, no entendido o perseguido en diferentes momentos de la historia.
Tras el amplio florecimiento de la industria bodeguera en el Marco de Jerez durante el siglo XIX, la ciudad experimenta un estallido breve pero intenso de actividad coleccionista de arte que desemboca en que firmas bodegueras históricas complementen sus bodegas, ya en los albores del siglo XXI, con la incorporación de galerías para exponer sus colecciones.
Salvando no pocos obstáculos, es en 2005 cuando se abre al público la Colección de Arte Joaquín y Helena Rivero, en una sala de exposiciones que se habilita en el interior de Bodegas Tradición. Considerada hoy en día, como una de las mejores colecciones de pintura privadas en España, se conforma con más de 300 obras de artistas tan importantes como Murillo, Zurbarán, Goya, El Greco, Picasso o Sorolla, entre muchos otros.
En 2009 Helena Rivero es nombrada presidenta del consejo de Bodegas Tradición. Tras el fallecimiento de su padre Joaquín Rivero en 2016, la colección recae bajo su gestión de forma más directa, dedicando un especial empeño en entender personalmente el valor de su legado, para saber transmitirlo.
Un interesantísimo programa pictórico que lejos de desvanecerse en archivos o cuanto menos, en los fondos de los grandes museos, podemos apreciar en la ciudad. Una semilla que cae en tierra virgen respecto a la historia del arte en pinacotecas y que sus coleccionistas protegen y cuidan para la cultura, para nuestra sociedad, para Jerez y también, para el Jerez.
Desde estas líneas, también me gustaría hablar de otro de los grandes artífices del florecimiento de la Colección Rivero, Manuel Marín, conservador de la Pinacoteca y responsable del Archivo Histórico de la bodega. Su pasión por el arte y entrega son sin duda factores claves para el merecido reconocimiento internacional de esta colección, como brillante recuerdo de la creatividad popular que nos ayuda a entender la compleja imagen general de la evolución del arte desde de finales de la edad media hasta principios de la edad moderna.
Sin su ayuda y amabilidad a la hora recibirme en la bodega no hubiera podido escribir estas líneas.
2. Localización
Las tablas del Retablo dedicado a San Miguel y La Pasión se encuentran expuestas en el interior de Bodegas Tradición en Jerez de la Frontera. La sala es un casco de bodega habilitado museográficamente para mostrar parte de las obras de la colección.
Bodegas Tradición tiene su acceso por Calle Cordobeses, y se encuentra ubicada a las puertas del popular barrio de San Mateo, muy cerca del Palacio Riquelme o el Museo Arqueológico en la Plaza del Mercado, colindando su parte trasera con el antiguo lienzo de muralla que circundaba el Jerez árabe.
La colección nace de la iniciativa de Joaquín Rivero Valcarce (1944-2016), miembro de una de las familias bodegueras más antiguas de Jerez, empresario inmobiliario y fundador de las Bodegas en 1998.
A su gran labor en defensa de la calidad en los Vinos de Jerez y Brandies, hay que sumar esta gran pasión por el coleccionismo de arte español. Una actividad que despertaría en él un especial interés por preservar y conservar el patrimonio artístico del país y hacer partícipe a la sociedad del mismo.
Su desarrollo como coleccionista comenzaría en la década de los años 80, con la adquisición de las primeras piezas por la familia Rivero. En poco tiempo llegaría a reunir una importante colección de pintura española única en el mundo, que recorre una evolución estilística desde los siglos XV al XIX, abarcando movimientos artísticos como el Gótico, el Renacimiento, el Barroco o el Romanticismo, destacando obras tan relevantes como El Almuerzo de Diego Velázquez, San Francisco de Asís del Greco, La Anunciación de Antonio de Pereda, El Guardacantón de Jiménez Aranda o los imponentes Retratos del rey Carlos IV y la Reina María Luisa de Francisco de Goya.
Durante toda su vida, Joaquín Rivero, trataría de establecer un edificio cualificado para albergar sus obras, donde poder exponerlas al público. Debido a su interés por la conservación y divulgación de las obras, habilitaría una sala de exposiciones dentro de la Bodega que abriría sus puertas en 2005.
Su aportación cultural a la ciudad, es importante porque nace de la combinación entre el arte pictórico y los vinos de Jerez como medio de conocimiento al servicio de la sociedad. De ahí que paralelamente a su labor como coleccionista, la Pinacoteca Rivero haya desarrollado otras actividades relacionadas como talleres de grabado, de pintura, restauración, la organización de ciclos de conferencias técnicas o la creación de una biblioteca y un archivo con documentos históricos.
Las tablas del Retablo son las pinturas más antiguas de la selección de obras expuestas. Se encuentran al final de la galería a mano izquierda desde su acceso, al fondo, en un lugar privilegiado para la mirada del espectador.
3. Autoría
Las pinturas están documentadas como obras del pintor medieval Juan de Leví, perteneciente a la Escuela Aragonesa y considerado uno de los grandes exponentes del estilo Gótico Internacional en la península.
Su producción está documentada entre los años 1392 y 1408, encontrándose fundamentalmente en localidades pertenecientes a la Diócesis de Tarazona (en Zaragoza) y en algunos pueblos del norte de Teruel y sur de Navarra.
Probablemente de origen judío converso, natural de Jarque (Zaragoza) y nacido a mediados del siglo XIV, se ignora el lugar y año de su muerte. Aunque son pocos los datos que se tienen de su vida, se sabe que pertenecía a una saga de artistas. Familiar suyo fue el pintor Guillén de Leví con quien muy probablemente aprendiera el oficio formando parte del obrador familiar.
En 1402 traslada su domicilio de Zaragoza a Tarazona para realizar junto al pintor Pedro Rubert su obra más importante, las pinturas para el Retablo de los santos Prudencio, Lorenzo y Catalina de Alejandría, encargado para presidir la capilla funeraria de los Calvillo en la catedral de esta localidad. Este Retablo, pintado entre los años 1399 y 1408, constaba originariamente de 35 tablas y testimonia el afán de su promotor, Benedicto XIII, por emular la actividad cultural y la elegancia de los cardenales de la corte pontificia.
Otra obra documentada de ambos artistas asociados en Tarazona, son las pinturas murales que representaban a los Santos Pedro y Pablo en una de las capillas de la iglesia de Santa María Magdalena.
Así mismo, también documentado en 1403 es Retablo dedicado a San Jaime para la iglesia de Montalbán en Teruel y en 1405, el Retablo de Santo Domingo y San Miguel de la iglesia de Santa María de San Gil en Zaragoza.
Entre otras atribuciones que atienden a razones estilísticas, se le atribuyen las pinturas del Retablo relicario del Monasterio de Piedra de Zaragoza, encargado en 1390 por el abad Martín Ponce para guardar la reliquia del Sacro Dubio de Cimballa, y que hoy en día se conserva en la Real Academia de la Historia en Madrid.
También podemos nombrar el Retablo de santa Apolonia, San Bernabé y Santa Bárbara de la colegiata de Daroca; el Retablo de Santa Catalina de la Colegiata de Tudela y el Retablo de Santa Elena de la Iglesia de San Miguel de Estella, ejecutados hacia 1406.
Respecto a la cronología del Retablo dedicado a San Miguel y a la Pasión de la Colección Rivero, al no contar con un contrato para su ejecución, tenemos que basarnos en las características de su estilo.
Poniéndolas en relación con otras obras documentadas del artista, en especial con el Retablo de los santos Prudencio, Lorenzo y Catalina de Alejandría de Tarazona, dentro del rango de fechas en el que se enmarca su producción (de 1392 a 1408), podríamos decir que esta serie de pinturas pertenecen a su etapa de madurez artística, y podrían haber sido realizadas entre los años 1400 y 1405.
4. Análisis Iconográfico
La obra se compone de un total de seis pinturas correspondientes al cuerpo del retablo, articulado en tres calles con dos pisos de altura y cuatro entrecalles, decoradas con tres figuras las dos exteriores y dos, las interiores. El retablo realizado en madera, tiene toda la superficie dorada y sus pinturas están realizadas al temple.
En él podemos advertir como la masonería es un claro ejemplo del trabajo en madera propio de retablos realizados en torno al 1400. Su función es dar un mayor realce a las tablas pintadas y se caracteriza por la minuciosa y delicada talla de elementos decorativos de estilo gótico como arquillos, pináculos y pequeños rosetones. Así mismo, está concebida para organizar la estructura ortogonal del retablo.
En su conjunto la obra cuenta con unas dimensiones totales aproximadas de 212×238,5 cm. Si lo comparamos con el esquema del Retablo Gótico, podemos ver que no se han conservado la predela y el sotobanco. Además, el guardapolvo tan sólo está desarrollado en el perfil superior enmarcando un ático poco pronunciado, desapareciendo en ambos perfiles laterales.
Según la distribución iconográfica con la que ha llegado a nuestros días, podemos decir que el retablo se encuentra consagrado a San Miguel Arcángel y La Pasión de Cristo.
En la calle central del cuerpo, vemos las dos iconografías relacionadas con la Pasión, la Lanzada en el ático y el Descendimiento en el piso inferior.
En las laterales se disponen – de arriba abajo – en la izquierda, la Virgen de la Misericordia, San Miguel Arcángel, y a la derecha, Cristo Varón de Dolores y la Historia legendaria de la aparición de San Miguel Arcángel en el monte Gargano.
Las cuatro entrecalles están decoradas por diez personajes masculinos, cuatro profetas y seis apóstoles. En la primera a la izquierda, vemos tres apóstoles con su atributo identificativo; San Pedro con la llave arriba; Santiago el Mayor con bordón y sombrero al centro; y el de abajo no ha podido ser identificado, aunque pudiera ser San Mateo con un Libro abierto. En la segunda y tercera entrecalle, identificados por un pergamino con su nombre escrito aparecen los profetas Sofonías, Salomón, Aarón y Daniel. Y en la cuarta entrecalle, vemos de nuevo tres apóstoles con su atributo; San Pablo con la espada arriba; San Bartolomé con la cadena y el diablo, al centro; y San Juan Evangelista con el Libro abajo.
Centrándonos en el programa iconográfico de las principales pinturas de retablo, podremos ver las siguientes representaciones.
Virgen de la Misericordia
En la primera calle y fila, vemos la representación arquetípica de la Virgen de la Misericordia. Se refiere a una imagen de María que con gesto caritativo y misericordioso acoge bajo su manto sostenido por dos ángeles a un grupo de suplicantes que imploran la salvación eterna.
A la izquierda cobijan personajes masculinos relacionados con el mundo eclesiástico y estamento civil (caballeros, personajes burgueses, un obispo, varios clérigos tonsurados), y a la derecha, aparecen personajes femeninos de lujosos tocados de la época.
Es curiosa en esta iconografía la diferencia de tamaño de los personajes según su importancia espiritual; la Virgen María se representa en gran tamaño frente al resto de personajes de altura mucho menor.
La Lanzada de Cristo
La tabla central superior que forma parte del ático, es la escena principal del retablo; La Lanzada de Cristo.
En la composición vemos a Cristo crucificado en el centro, a la izquierda vemos un grupo de personajes entre los que distinguimos a María y las santas mujeres Salomé, Cleofé y Magdalena, apenadas por el acontecimiento y al soldado Longinos, quien traspasa el costado del cuerpo de Jesús con su lanza.
En el grupo de la derecha, aparece representado a San Juan sentando en el suelo con gesto de dolor en primer plano, y un grupo de soldados, desde el que Estéfaton indica que se acerque a la boca de Jesús, la caña de hisopo empapada en vino y vinagre. Al fondo vemos la silueta de un muro de piedra con almenas y una gran puerta al centro sobre fondos de oro.
La masonería que enmarca esta escena está especialmente decorada en su parte alta, con un arco conopial con cardinas sobre un cielo azul con estrellas blancas.
Cristo Varón de Dolores
En la tercera tabla de la zona superior vemos la representación de Cristo al centro, apoyado sobre el sudario blanco en el lateral del sepulcro, con expresión de dolor y las manos puestas una sobre otra. Su madre a la izquierda le sostiene con la mano derecha y apoya su cabeza contra la sien de su hijo. A la derecha vemos al apóstol San Juan en actitud orante.
Sobre el mármol que delimita la parte delantera del sepulcro donde reposan los clavos, el martillo y el pomo de perfumes, podemos ver un curioso relieve en el que parecen advertirse letras. Aunque no se ha podido llegar a una conclusión, hay algún ejemplo de esta iconografía en la que esta área ha sido usada por el artista para firmar su obra.
San Miguel Arcángel
En la cuarta pintura vemos a San Miguel Arcángel liderando una legión de ángeles armados que lucha contra el dragón y los demonios. Esta escena es descrita en un pasaje bíblico del Apocalipsis del Nuevo Testamento.
En el cristianismo, San Miguel es el jefe de los ejércitos de Dios, patrono y protector de la Iglesia y defensor de los creyentes del mal y el pecado. Por este motivo, se le representa como un soldado amenazando con su espada a un demonio con forma de dragón.
En nuestra pintura, la figura de San Miguel es de mayor tamaño y se sitúa al centro, creando un eje de simetría. La escena que lo rodea muestra la lucha entre ángeles y demonios representados como monstruos híbridos.
Estos personajes grotescos crean una escena cargada de la intensidad visual y un dinamismo que contrasta con la serena expresión de San Miguel, de joven piel blanca y cabello dorado, que concentra su mirada en el dragón, mientras alza la espada con su mano derecha y sostiene el escudo con la izquierda, con gesto de asestarle el último golpe.
Descendimiento de Cristo
En la tabla central inferior aparece representada la escena del Descendimiento de Cristo.
Podemos comprobar como el escenario, respecto a la tabla superior con la Lanzada, es el mismo, con algunas salvedades. Por ejemplo, han desaparecido las almenas de la edificación que aparece al fondo, con una arquitectura algo diferente. Además, esta vez el suelo se abre una grieta que deja ver una calavera y resto de huesos humanos, manchados con su sangre.
En la composición vemos cómo Jesús es descendido de la cruz por José de Arimatea y por Nicodemo ayudados por sendas escaleras que apoyan sobre la cruz. Asisten al Descendimiento María que besa su mano, San Juan Evangelista y las santas mujeres.
Historia legendaria de la aparición de San Miguel Arcángel en el monte Gargano
En la sexta tabla aparece representada la historia legendaria de la aparición de San Miguel Arcángel en el monte Gargano.
Es un texto hagiográfico latino, el relato más antiguo del mito fundacional del Santuario del Monte Gargano, que se encuentra al norte de la región de Apulia en Italia.
Según la leyenda, alrededor del año 490 habitaba en las inmediaciones de una gran cueva en el monte un toro que mataba a personas y animales. El pueblo no podía deshacerse de ese animal que reencarnaba el mal, ya que devolvía todas las flechas que le lanzaban los cazadores para matarlo.
En la escena del retablo, vemos como un cazador de nombre Gargán aparece herido por una flecha que se le acaba de clavar en el ojo izquierdo, devuelta violentamente al ser arrojada contra el toro.
Tras la imploración de piedad, el arcángel San Miguel se le aparece milagrosamente a obispo Lorenzo Maiorano, instruyendo que la cueva fuera dedicada al culto cristiano y prometiendo a cambio, la protección de Siponto de invasores napolitanos paganos.
Justo detrás de la representación del accidente a la izquierda, vemos una procesión de peregrinos encabezada por el obispo hacia el monte, donde fundaría el Santuario consagrado al arcángel.
5. Análisis Estilístico
La llegada al reino de Aragón de las principales novedades en el arte de la pintura procedentes de Italia fue bastante tardía. Las actuales provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel se encontraban desigualmente habitadas y solo sus poblaciones más importantes estuvieron en condiciones de mantener correspondencia con los talleres asentados en ciudades como Barcelona, Tarragona, Valencia, Palma de Mallorca, Aviñón, Nápoles o Palermo.
La transmisión de modelos artísticos procedentes de Italia fue por vía marítima fundamentalmente, a través de los puertos de las ciudades anteriormente citadas, debido a sus contactos con los situados en la zona de la Toscana o Sicilia.
En Aragón la etapa italogótica ofrece escasas representaciones de pintura mural, de forma contraria a la etapa anterior, tan rica en muestras de estilo franco gótico. Este hecho puede deberse a la fragilidad de los materiales utilizados para la construcción de los edificios durante el siglo XIV, poco apropiados para ser recubiertos con decoración pictórica. De ahí que se generaliza la realización de retablos para ser colocados detrás de la mesa de altar, alcanzando una notable calidad artística los maestros aragoneses durante los siglos XIV y XV.
Ya a comienzos del siglo XV en los antiguos reinos de Aragón y de Navarra las tendencias artísticas evolucionan desde el estilo Italogótico al Gótico Internacional, con la incorporación de nuevos modelos procedentes de los Países Bajos y de centro Europa.
Nuestro retablo presenta, en líneas generales, características propias del más puro estilo Gótico Internacional desarrollado a comienzos del siglo XV por la Escuela Aragonesa, como el empleo de una gran riqueza cromática, el modelado sinuoso y curvilíneo de las composiciones, las facciones nórdicas de sus personajes o la profusa riqueza ornamental de tejidos.
Dichas constantes estéticas responden a una influencia directa de los conceptos narrativos del arte de la ilustración de miniaturas, así como la minuciosidad del trabajo en las artes suntuarias de la orfebrería.
El empleo del laminado de oro en gran parte de la decoración estructural del retablo, así como en elementos decorativos de las tablas, como por ejemplo algunos fondos o los nimbos de los personajes sagrados, recuerdan al arte deutero-bizantino, siguiendo los modelos establecidos por la Escuela de Siena heredados de la etapa anterior.
A pesar de todo este conjunto de influencias en la obra de Juan de Leví, no impide que el artista desarrolle a lo largo de su vida un lenguaje estilístico propio, gracias en gran parte a la inclusión en sus composiciones de elementos figurativos de claro origen semita.
Cabe resaltar las delicadas composiciones de las escenas, donde la arquitectura juega un tímido, pero novedoso papel de cara a representar la idea de espacio y perspectiva real. Los personajes refinados, esbeltos, recuerdan al mundo de las miniaturas, cuya influencia en el estilo internacional es ampliamente conocida.
A todo ello, hay que sumar un intenso y amplio repertorio cromático, evidenciado tras la última restauración realizada en el retablo, donde se aprecia la riqueza de los tejidos con un lujo y realismo que no deja de sorprender.
Un estilo con la suficiente autonomía, calidad y significativas aportaciones a la creación de lo que a lo largo del siglo XV sería la escuela pictórica aragonesa, siendo por tanto para los críticos de la Historia del Arte, uno de los grandes exponentes del Gótico Internacional en la península.
6. Análisis Iconológico
En este último apartado del estudio analizaremos el retablo desde el punto de vista iconológico, con el fin de exponer unas conclusiones personales que animen otras investigaciones sobre la pieza que aporten más datos sobre ella.
Nos basaremos en su contexto cultural y programa iconográfico anteriormente descritos, para intentar comprender su significado en la época en la que se ejecutó.
Sobre la historia material del retablo pocos datos se saben. Tan sólo que las tablas proceden del territorio francés, antes de ser adquiridas en una subasta para la colección. Por tanto, al no conocer el emplazamiento original, no sabemos si el retablo se encuentra completo o es tan sólo un fragmento de uno de mayores dimensiones.
Llama la atención que todas las tablas sean del mismo tamaño, porque si atendemos a otros retablos de la escuela aragonesa de principios del XV, vemos como el sagrado titular se encuentra al centro, sobre una tabla de mayores dimensiones que el resto. Así mismo, y tal y como apuntábamos anteriormente, no conserva conservado la predela y el sotobanco, dónde seguramente el artista ampliaría el programa iconográfico.
Pese a ello, las tablas del retablo guardan concordancias entre sí desde el punto de vista temático, por lo que vamos a basarnos en la distribución actual para seguir con el estudio de este apartado.
A grandes rasgos, las dos alturas del retablo hacen alusión a significados diferentes. Las tres escenas de la inferior guardan relación con la lucha del bien contra el mal, mientras que en la superior, se habla sobre la dualidad de la vida terrenal y espiritual.
En las escenas de San Miguel, el Descendimiento y el monte Gargano, aparece representado el mal de tres formas distintas, como un dragón que escupe fuego, como un esqueleto humano que aparece en la roca y como un toro que devuelve una flecha.
Las tres historias nos hablan de esa lucha que mantiene la Iglesia contra las fuerzas del mal. El arcángel San Miguel como protector de la Iglesia y defensor de los creyentes; la sangre de Cristo sobre la calavera como símbolo del triunfo de la Cruz sobre el pecado y la muerte, y una clara alusión a la Resurrección y la historia de la aparición más documentada e influyente durante la Edad Media de San Miguel en el monte Gargano, considerada como el germen del culto micaelino en la Iglesia de Occidente, para proteger a los cristianos de las hordas paganas.
En el piso superior, vimos en primer lugar a la Virgen de la Misericordia. Esta tipología mariana a lo largo de la Baja Edad Media, hace referencia al papel que adopta como mediadora en la causa espiritual de la humanidad. Al centro la escena de la lanzada de Cristo, está directamente relacionado con el fenómeno de la sangre y el agua que brotaron de su herida. Para los católicos este milagro representa a la Iglesia y en especial, a los sacramentos del bautismo y la eucaristía, que fluyen del costado de Cristo, así como Eva surgió del costado de Adán. Por último, el Varón de Dolores representa a Cristo entre la Pasión y la Resurrección, como símbolo del paso de la vida terrenal a la espiritual.
Si nos detenemos un poco más en el simbolismo del retablo, encontramos algunas claves que nos pueden llevar a sus promotores.
Llama la atención la representación de la iconografía de la Virgen de Misericordia en un retablo de comienzos del siglo XV. Sus primeras representaciones se encuentran fechadas en el primer tercio del siglo anterior, gestadas en el seno de la Orden del Císter, siendo difundida desde el XV por las órdenes mendicantes por toda Europa.
Dicha Orden Cisterciense o Santa Orden del Císter, es una orden monástica regida por la regla la de San Benito, fundada en 1098 en la abadía Novum Monasterium en Saint-Nicolas-lès-Cîteaux, del departamento de Côte-d’Or de la región de la Borgoña.
Una orden que ejerció una influencia importante en los ámbitos intelectual, económico y de las artes. De hecho, la Corona de Aragón asiste a la temprana llegada de esta Orden con grandes fundaciones desde el siglo XII, fundamentalmente en la actual provincia de Zaragoza, aportando esos nuevos valores religiosos, culturales y políticos a la zona. Es muy probable que en la época en la que se ejecutó el retablo, esa nueva espiritualidad estuviera asentada en la sociedad y asimilada por los artistas locales.
El considerable desarrollo del Císter fue gracias a la figura de Bernardo de Claraval (1090-1153), monje de Borgoña, teólogo, místico y promotor de la reforma del Císter así como inspirador de la Segunda Cruzada. La influencia y prestigio personal que gozó en vida, hacen que llegara a ser uno de los máximos influyentes en el pensamiento occidental del siglo XII y XIII.
El retablo concuerda con su forma de entender la cristiandad de Europa, a la que quería unida en torno a Cristo, en fraternidad y una justicia basada en ideales de la guerra escatológica, simbolizada por Caballeros del Temple.
Es curioso que el Arcángel San Miguel aparezca representado como un caballero templario, de blanco y con una cruz roja sobre su pecho, en vez de una armadura medieval del siglo XV, como era la norma iconográfica según otros muchos testimonios del Gótico Internacional de la misma época.
El dogma de Bernardo apostó por el triunfo de Cristo, por la extensión del Reino de Dios, entendida como la forma de búsqueda espiritual y transformación social. Además, reformó la devoción a María, entendida de un modo intercesor entre el hombre y Jesús. Pero, ante todo, fue un caballero de dios, contribuyendo a la fundación de la Orden de los Templarios y predicando la Segunda Cruzada (año 1146), entendiéndola como parte de un mundo de batallas apocalípticas.
Mientras las tres pinturas del retablo superior interpretan la vida espiritual de la Europa mística, monacal y caballeresca de la nueva Edad Media, con el Misterio del Cristo y la Virgen que anima a sus devotos.
Las inferiores se encuentran vinculadas a la Santa Cruzada y a la fundación de la Orden del Temple, que él interpreta como signo de una nueva revelación de Dios, en un tiempo marcado por la esperanza apocalíptica, dentro de una Iglesia que estaba buscando su identidad social:
Citando textualmente a Bernardo de Claraval podemos leer: “Ha nacido una nueva Milicia, precisamente en la misma tierra que un día visitó el sol que nace de lo alto (Jesús), haciéndose visible en la carne. En los mismos lugares donde él dispersó con brazo robusto a los Jefes que dominan en las Tinieblas, aspira esta milicia a exterminar ahora a los hijos de la infidelidad en sus satélites actuales, para dispersarlos con la violencia de su arrojo y liberar también a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo”.
Bibliografía y Fuentes
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Título: Retablo dedicado a San Miguel y a la Pasión.
Autor: Juan de Leví.
Fecha: Siglo XV (en torno a 1400), Estilo Gótico. Devocional.
Técnica: Temple al huevo sobre madera.
Localización: Colección de Arte Joaquín y Helena Rivero, Bodegas Tradición. Jerez de la Frontera.
Escrito por Inmaculada Peña
Artista Plástica, Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla.