Un monumento fuera de lugar

El monumento dedicado a “Las Edades del Hombre” en la Plaza de San Andrés presenta una problemática que afecta tanto al valor histórico, como a la coherencia visual del espacio público.
La plaza tiene una historia bien definida, vinculada originalmente a las Atarazanas, un depósito de armas que databa del siglo XV, y más tarde a la devoción popular por San Andrés, lo que motivó el cambio de nombre a finales del XVIII. Esta trayectoria la convierte en un espacio con un significado patrimonial claro.
Situar un monumento que representa las fases de la vida humana en este contexto genera una gran disonancia temática. El conjunto escultórico no establece ningún vínculo con la memoria o características particulares del lugar, lo que provoca una ruptura en la narrativa urbana y cultural. Además, de que posee un lenguaje contemporáneo que no dialoga con la arquitectura circundante.
Recordemos que uno de los elementos con mayor carga histórica de la plaza es la Casa de las Atarazanas, edificada en 1787. En ella se alojó en 1809 el escritor británico Lord Byron, figura fundamental de la literatura universal. Durante su estancia, fue recibido por el cónsul inglés James Arthur Gordon, quien actuaría como anfitrión de destacados personajes, entre ellos el propio Byron y también el general Wellington. La ausencia de algún reconocimiento a estos episodios es una oportunidad perdida para vincular al peatón con la historia y reforzar la identidad cultural de la ciudad.
Pienso que, a pesar de su mérito artístico, el monumento carece de justificación histórica y estética. Se merece una ubicación más acorde y apropiada. Así, la Plaza de San Andrés podría presidirse con un homenaje que potencie esos vínculos culturales, como un monumento dedicado a Lord Byron, Wellington o a su legado local.